jueves, 24 de mayo de 2007

MURIO VISCARRA, QUEDA SU OBRA POR REDESCUBRIR (texto de Michel Zelada Cabrera)

Hace 10 años que conocí personalmente a Víctor Hugo Viscarra, cuando él difundía sus “Relatos de Víctor Hugo”, un volumen de cuentos que acababa de salir de la imprenta con memorables relatos como “Yo casto” o “Anoche, en un putero”.

Si bien ya tenía referencias del autor, famoso por su “Coba, lenguaje secreto del hampa boliviano”, fue una gratísima experiencia el estrecharle la mano, acto que marcó una larga amistad con el autor de “Borracho estaba pero me acuerdo”.

Una cirrosis y otras complicaciones lapidaron su cuerpo hasta llevarlo a la tumba. Viscarra no resistió más el embate de todas las desgracias que aquejaron su existencia durante 48 años.
Con su habitual buen humor, en su última visita a Cochabamba (vino por unos días y se quedó dos meses) con motivo de difundir su nuevo libro: “Avisos necrológicos”, Viscarra reclamaba que Los Tiempos solo le había dedicado una página, y los otros medios le dieron hasta dos llanas. “No te preocupes Víctor Hugo, cuando escriba tu homenaje póstumo te dedicaré el suplemento entero”, le respondía también en son de broma. Que lamentable y doloroso es, ahora, tener que honrar esa promesa.

Victor Hugo tuvo muchos y buenos amigos que lo acogieron y estuvieron siempre prestos a darle una mano, sin embargo esa mirada de profunda soledad que cargó hasta sus últimos días no se la quitaba nadie.

Y al recordar esa mirada uno se queda con una gran amargura en la garganta, pensando que tal vez se podía hacer algo más para cambiarla o, por lo menos, para distraerla por unos momentos.
Pero ya es tarde, Viscarra pasó a ese territorio tan recurrente en sus relatos y con el que se codeó día a día durante toda su vida: el territorio de la muerte. Quedan por hacer los homenajes póstumos.

Es cierto que llamaba fuertemente la atención la forma de vida que llevaba Viscarra, desapegado de su propia existencia, irónico y mordaz al extremo cuando se apropiaba de la palabra, además de bebedor insaciable. Sin embargo, es en sus libros donde uno encuentra y conoce la verdadera dimensión de la personalidad y la capacidad del escritor paceño.
Su descarnada prosa, sus descripciones aterradoramente realistas hasta el escalofrío, sus personajes que habitan “el otro lado de la frontera” (alcohólicos, prostitutas, cargadores, niños de la calle, e incluso perros marginales), causan una conmoción sin precedentes en quien lee sus escritos.

Un fragmento de “Recuerdo perdido en el deseo” dice: “Y fue ese mismo alcohol el que en un momento dado nos transformó de dos seres humanos en dos animales en celo; y el baño de dicha cantina, sucio y pestilente, donde se conjugaban vómitos y porquerías, se convirtió en nuestro tálamo nupcial. Tu te recostase sobre el inodoro, y mientras una de tus manos se aferraba a mis espaldas, con la otra sujetabas el picaporte de la puerta, mientras me susurrabas que me apurase porque alguien podía sorprendernos en pleno cachivache”. Y así es la literatura de Viscarra. Va más allá de los estrechos moldes o parámetros de la crítica o del espanto que pueda causar en algunos colegas suyos que le reclaman “mayores criterios estéticos” o “mejor manejo de la estructura del lenguaje”.

La producción literaria de un hombre que ha transitado las calles, el alcohol y la marginalidad por más de 40 años no puede ser diferente a su vivencia, y eso es lo que hizo Viscarra en sus cinco libros: Los ya citados “Coba…”, “Relatos de Víctor Hugo”, “Borracho estaba pero me acuerdo”, además de “Alcoholatum & otros drinks” y “Avisos necrológicos”.

Como adivinando su pronta partida, el destinó mimó a Víctor Hugo Viscarra en 2005: entrevistas por doquier, aperturas en suplementos literarios, homenajes, reportajes en la prensa internacional (lo bautizaron como el “Bukowski boliviano”), además de la edición de un nuevo libro (Avisos Necrológicos) y la reedición de dos de sus obras.

Sin embargo, gran parte de todo lo escrito sobre Viscarra se concentra demasiado en su vida, en lo anecdótico de sus vivencias, en su condición alcohólica o en su estatuto de “escritor de lo marginal”. Pero poco se ha dicho de su literatura.

Gran parte de los periodistas que han abordado a Viscarra han contado las “desventuras” de éste y han hecho “literatura” con su vida, más con afán de mostrar sus propias habilidades de narradores que difundir apropiadamente la producción narrativa de autor del “Coba”.
Sin duda, la vida de Viscarra de hecho ya se constituye en material invalorable para la anécdota y para una novela del género negro. Un encuentro fugaz con el escritor, un cruce de palabras y entre medio ironías, ocurrencias, experiencias, paranoias y persecuciones: un capítulo trascendental de un gran relato en tres minutos de diálogo con Víctor Hugo. Pero él no es sólo eso es, sobre todo, literatura.

Virginia Ayllón es una de las pocas escritoras que, en forma rigurosa y metódica, hace un análisis de la producción literaria de Viscarra. Entre otras cosas la académica dice “a la obra de Viscarra le corresponde —y le falta— una mirada literaria, despejando de una vez por todas esa mirada antropológica que en realidad es una actitud antropófaga. Hay que abandonar la mirada a la vida de este escritor y dejarse asombrar a través de la lectura literaria de su obra, dejar de perseguir el aura dejada por el escritor e ir tras su escritura…”.

Por fortuna la obra de Viscarra tiene un gran ejército de lectores, al margen de periodistas y críticos, que no permiten que los ejemplares se queden por mucho tiempo en las vitrinas de las librerías. La edición de “Borracho estaba pero me acuerdo” está prácticamente desaparecida y quedan unos pocos ejemplares de la segunda edición de “Coba” y “Relatos de Víctor Hugo”.

En noviembre de 2005, ignorando que las Parcas lo esperarían para llevárselo en mayo de 2006, Viscarra escribió en la dedicatoria de Avisos Necrológicos “…con la amistad de siempre, este libro que no es el último”. Y es que el escritor no descansaba en su afán de recopilar material para futuros relatos. Armado de un lapicero y un cuaderno escolar, permanentemente anotaba detalles de sus vivencias diarias que luego se convertirían en materia prima para futuros relatos.

Más de una vez confesó que tenía material suficiente para publicar otro libro. Más de una vez confesó también que perdió sus manuscritos o que le fueron robados en el “telo” que frecuentaba.

Víctor Hugo Viscarra será recordado sonriente, ebrio o sobrio pero siempre sonriente. Caminando por las calles de La Paz o Cochabamba, buscando a esos extraños personajes que se convertirán luego en protagonistas de sus relatos. Con su cuaderno de apuntes, con la fotocopia del último reportaje que le sacaron en la prensa. Con sus enfermedades, con sus lentes desaparecidos, con sus quejas, sus tristezas y… sus lágrimas.

Extraido de: http://www.lostiempos.com/lecturas/04-06-06/contenido.php

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